jueves, 31 de mayo de 2007

El pescador de morenas

Era temprano por la mañana. Oía que en la cocina de casa mis padres hablaban; mi madre decia: "El niño no va, es muy pequeño", a lo que mi padre respondía "¿Qué le va a pasar, si está conmigo?". A mí, mientras, con 4 o 5 años, lo que me importaba en ese momento era buscarle las cosquillas a mi hermana que estaba dormida. Cuando más absorto estaba en tan ardua labor aparecía mi padre que me decía: "Venga, que nos vamos p'al mar".

Despues de despedirnos de madre, abuelos, hermana, la frase habitual de "Ten cuidado con el niño", nos subíamos en el coche e íbamos en busca de mi abuelo paterno. Tocábamos en la puerta, pasaban unos segundos y se oía la voz de mi abuela que decia "Ya va".
Al abrirse la puerta, mi abuela, con sus gafas, traje negro y su pelo recogido en un moño con forma de rosquete. Después de los besos correspondientes, me cogía de la mano y entrábamos en la casa, donde se oía de fondo el sonido de una guitarra. Y ahí estaba, sentado en el sillón, mi abuelo con su guitarra que nos miraba y decia: "Casi no llegan. ¿Compraste las caballas? Pues venga, que se nos va la marea".

Volvíamos al coche y yo, como siempre, tenía que ir en el asiento trasero, ya que mi abuelo no podía doblar una de sus rodillas (era cojo), por eso el asiento del copiloto era su trono particular. En la puerta, mi abuela volvía a repetir la frase de "tengan cuidado" a la que añadía "mira a ver a dónde llevas a tu padre". Por lo que yo intuía que mi padre era el encargado y responsable de nuestra seguridad (qué marrón).

Por el camino intercambiaban opiniones sobre el sitio más idóneo, se repetian nombres que a mí me sonaban a lugares de leyenda pero que al cabo de los años se han convertido en sitios familiares: La Fajana, Los Roques, el Callao del Socorro, el Guindaste, La Grimona, Barranco Ruiz, y Méndez, al que mi padre decía "Cómo va a bajar el chico ahí ¿estas loco?", por lo que a mí me surgía un poco de intranquilidad de dónde me iban a llevar. Al fin se decidieron y empezaron a hablar de sus cosas. Yo los miraba desde el asiento trasero del coche y no parecían padre e hijo sino dos amigos; entre ellos se respiraba complicidad.

Dejamos el coche aparcado en una finca de plátanos y empezamos a caminar entre plataneras. Pero ellos se detenían cada dos pasos y ahora parecía que su mayor preocupación era si los plátanos ya estaban para coger, si todavía estaban verdes o maduros, si las piñas eran grandes o no, y yo mientras, pensaba: "¿No ibamos al mar?".

Cuando al fin se daban cuenta de a lo que habíamos venido, reanudaban la marcha y empezábamos a bajar por un camino que nos llevaba al mar. En primer lugar iba mi abuelo, seguido de mi padre que llevaba todos los aparejos de pesca dentro de un saco y a mí cogido de la mano. Cuando llegábamos al callao mi padre hacia un alto y me decía:"¿Qué? ¿Te llevo a la pela?" y ahí estaba yo, subido a la espalda de mi padre que iba haciendo equilibrios de piedra en piedra.
Mi abuelo ya habia inspeccionado el lugar y exclamaba "¡Date prisa, que la marea esta casi vacía!". Mi padre, como si fuera un porteador, al llegar me dejaba en una de las piedras mas altas para tenerme controlado y decia "Mira y estate quietito".

Mi padre empezaba a sacar los aparejos del saco, que consistían en dos varas, un lazo, unas caballas y dos trozos de saco. Mi abuelo, mientras tanto, ya se habia remangado los pantalones y, con el agua por las rodillas, estaba cogiendo todo bicho viviente que veía: lapas, burgados, erizos y cangrejos. Pasados unos minutos cada uno cogía una vara, un pedacito de saco y unas cuantas caballas, y tras unos momentos de desacuerdo, se separaban y cada uno se dirigia al sitio elegido . Yo, desde mi atalaya privilegiada, no entendia nada; sólo observaba cómo los dos seguían los mismos pasos: escachar las caballas, meterlas en los pedazos de saco, empezar a apretarlos para que la sangraza cayera en el charco, cebaban la vara con un pedazo de caballa, la introducían en el charco y daba comienzo el día de pesca.

Pero otra sorpresa me esperaba: ahora mi padre empezaba a silbar y mi abuelo comenzaba a canturrear unas frases. Yo, desde mi observatorio,preguntaba "Abuelo ¿qué haces?" a lo que él me respondía "Estoy llamando a las morenas".
Podian pasar minutos, horas o segundos pero de repente se oía un grito "¡Trae el lazo, que aquí está!" , y ahí corría mi padre con el lazo en la mano, lo metía en el charco, daba un tiron y sacaba una cosa parecida a una serpiente marrón viscosa que se enroscaba en si misma, la metía en el saco y Abuelo comenzaba a darle golpes. Yo a estas alturas ya no sabía qué pensar.


Cuando acababa el día de pesca se hacía una parada en la venta más cercana, en la que mis dos acompañantes se disponían a degustar el vino de la tierra y sobre todo mi abuelo hacía mucho hincapié en buscarme una novia, aunque yo tuviera tan corta edad.


Pasaron los años y mi abuelo tuvo que partir a otros lugares a pescar morenas, por lo que el equipo de pesca quedó reducido a dos. Cada día era un aprendizaje, mi padre era el maestro y yo el alumno, repitiéndome mil veces cómo lo debía hacer, hasta que llegó el ansiado día en que me dijo "Ya puedes pescar solo".
El mar había hecho su trabajo; no habia maestro y alumno, sino dos amigos que iban de pesca. Hablábamos de nuestras cosas, nos hacíamos confidencias y asi durante muchos años. Se repetía la historia.

Un dia, mi padre también partió a encontrarse con su padre y pescar morenas en otros lugares; dicen que por ahí arriba los tienen locos a todos con sus silbos y sus cantos.
Ahora voy solo al mar, pero no me siento solo. Hace muchos años que no voy a las morenas, pesco de caña, esa es mi afición, pero algún día prepararé el lazo, la vara y bajaré a la marea a llamar a las morenas.

La pesca tradicional de las morenas prácticamente ha desaparecido, ahora se emplean otros utensilios y otras técnicas. Esa forma ancestral que yo viví muy poca gente ya la conoce. El silbar y cantar se cree que atraía a las morenas y las hacía salir de sus escondites. Recuerdo la forma de silbar de mi padre y las estrofas de los cantos que realizaba mi abuelo pero eso lo guardo para la cuarta generación de pescadores de morenas de mi familia. Ahora me considero una especie en peligro de extincion.

Un día a mí también me tocará ir a llamar morenas con mi padre y ver al amigo que tanto echo de menos pero ya no estaré sentado en la piedra más alta viéndolos a ellos, estará el equipo junto y yo sere uno más llamando a las morenas.

"OH MORE ,OH MORE, OH MORENITA PINTADA QUE VIENE EL........................"

7 comentarios:

Lego y Pulgón dijo...

¡Cómo me hubiera gustado conocer a la Cuadrilla de Pesca al completo! Aunque casi te diría que los conozco, o me los invento. Como si pudiera mirarlos a los tres desde lejos, observando a ese niño asombrado y admirado y riéndome en secreto por tener el privilegio alucinante de conocerlo y quererlo.

Anónimo dijo...

Qué maravillosa historia. Sentía el salitre en la boca al leerla, y recordé a otro niño que un día descubrió que hay personas a las que es el mar quien pesca y que ya no pueden vivir tierra adentro sin sentir que algo muy importante les falta. Ya son de mar. Se la pasaré a una amiga que escribe maravillosas novelas sobre el mar. Le va a encantar. Un abrazo.

Pulgón y Lego dijo...

Gracias, Falsarius. Y bienvenido.

Anónimo dijo...

Hola, soy la amiga de Falsarius, y me ha encantado lo que has escrito. Algo tiene el mar que aunque hayas nacido tierra adentro, como es mi caso, a algunos se nos cuela en las venas hasta formar parte del alma. Y a los que han tenido la suerte de crecer a su lado, anclarse para siempre en su memoria. Gracias por compartir ese hermoso momento.

etica dijo...

hola yo tambien preactico esa pesca es muy bonita yo utilizo una media de futbol con caballas a dentro y irlas machacando hasta que llegen las morenas que a veses se votan fuera del agua por el jugo que sueltan las caballas pero nunca he oido eso de silbar y cantar..

Pulgón y Lego dijo...

Rita bienvenida.

Etica el silbar y cantar a las morenas es una costumbre muy antigua. A mi abuelo lo enseñó su padre, y así. Ya prácticamente casi nadie lo usa, pero me gustaría que no se perdiera

Anónimo dijo...

Como se podria conseguir un video ?es increible